Hace un tiempo trabajaba en una empresa Internacional, desempeñando el rol de especialista de ventas de redes. Mi trabajo no era algo nuevo para mí, pues llevo en el medio más de 12 años. Tenía una cuota de ventas que alcanzar, un portafolio de productos y soluciones que debía conocer y posicionar en el mercado y un montón de clientes que podían comprar.
Entre mis funciones como vendedora de tecnología estaba la prospección, visitas y presentaciones de las soluciones a los posibles clientes, cargar la información en el CRM, informar en la reunión de forecast semanal como iban los proyectos y hacer lo necesario para que el cliente tomara la decisión de trabajar conmigo y la marca que representaba.
Si vemos en términos mecánicos, yo tenía la experiencia, la habilidad y el método correcto para desempeñar mi trabajo, pues tengo más de 12 años en el medio y siempre lograba los objetivos o llegaba al 80% o 90% de la meta. Sin embargo, esta vez la realidad era otra. Tenía los proyectos pero los resultados no se daban, hacía las presentaciones, justificaba la propuesta, llevaba a las personas adecuadas, daba el mejor descuento, pero los proyectos no se cerraban. Me sentía perdida, con miedo, así que me empecé a esforzarme más. Cambié el método, cambié la estrategia, cambié hasta mi manera de hablar y presentar, pero todo parecía que empeoraba los resultados.
Obviamente mis emociones empezaron a tomar las riendas de mí día a día, me sentía un fracaso, y pensaba: perdí el toque mágico. No sabía que estaba pasando. Por lo que empecé a investigar que estaba haciendo mal. Lo primero que hice fue entrevistar a un extraordinario amigo, que trabajaba conmigo y quién iba al 110% del cumplimiento de la cuota. Le pregunté qué haces tú diferente a lo que hago yo. Él empezó a acompañarme a visitar a los clientes, me apoyaba cuando podía en las presentaciones, yo me senté a su lado a escuchar cómo hablaba por teléfono con sus clientes, lo empecé a imitar y mis resultados siguieron estancados.
Hasta que un día, recibí la invitación de participar en un curso llamado La Ley de Tus Razones, desde el principio todo lo que decía el curso me hizo completo sentido pero no sabía cómo aplicarlo a mi vida, por lo que le pedí al creador del curso que se convirtiera en mi mentor. Y finalmente entendí.
Las razones detrás de mis acciones son fundamentales para obtener los resultados que deseo. Es muy válido y noble querer ganar más dinero, alcanzar la cuota y obtener el reconocimiento por un desempeño impecable; el problema es que eso no es una razón que contribuya con tu crecimiento personal y tu evolución como ser humano.
La vida es mucho más que ganar dinero y construir una reputación por simplemente hacerlo. La vida se trata de evolucionar y crecer, mediante la comprensión de nuestros temas pendientes y resolverlos, hacernos conscientes de nosotros mismos y convertirnos en esa persona que nos gustaría ser.
Si quieres descubrir tus razones correctas, agenda una sesión gratuita conmigo y te explico cómo, cada persona tiene su propias razones. El mejor regalo que puedes hacerte a ti mismo, es convertirte en alguien a quien tu puedas admirar.
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Hasta la Próxima
Jany