De tanto perder, aprendí a ganar

He estado reflexionando sobre mi vida últimamente. Hace 10 años, pensaba que todo era un accidente, que mi vida estaba llena de injusticias y situaciones aleatorias que no tenían sentido. Que Dios me estaba castigando por todos mis errores del pasado y quizás, hasta de otras vidas.

Siempre me sentía angustiada por ser como soy, por responder de una determinada forma, por pensar determinadas cosas e incluso por desear lo que deseaba. Para evitar la realidad, me la pasaba fantaseando, y en mis fantasías, yo siempre era la heroína de la historia.

Fue mucho tiempo después, que pude entender que Dios no castiga, y que si soy la heroína de todas mis historias. Que mi vida ha sido deliciosa en experiencias, tanto las que he disfrutado como las que he odiado; pues todo lo que he vivido ha contribuido a la vida que tengo hoy.

Al estar presente en todo lo que pasa en mi vida, entiendo que no hay castigos, que no existe el bien, ni el mal, que las cosas simplemente son, y significan lo que yo quiera que signifiquen.

No me mal interpretes, he vivido experiencias que me hicieron tocar fondo, despertando en mi miedo y angustia existencial. Superarlas no fue fácil. Por mucho tiempo, pensé que debía aferrarme al sentimiento negativo, mientras analizaba ¿qué pasó? ¿qué hice mal?, hasta que un día comprendí, que en la película de mi vida cada situación y personaje que aparecieron y aparecen, tienen una misión: hacerme crecer. Para convertirme en la mejor versión de mi misma.

Comprendí que todo pasa por una razón, aunque en el momento no lo pueda percibir. Entendí que para mirar hacia arriba, tuve que mirar hacia abajo. Entendí, que son los contrastes los que me hacen desear las cosas que deseo. Mientras esté abierta a la vida, ella se encargará de explicarme lo que no pueda comprender. No hay accidentes en este universo, por ende, tampoco en mi vida.

Me di cuenta que la única constante es el cambio y que hoy gracias a todas las veces que lloré, puedo sonreír, gracias a todas las veces que estuve en el suelo, sé que me puedo levantar. Gracias al rechazo, a la crítica y a mis errores he podido descubrir mis miedos profundos y reconciliarme con mi historia.

Entendí, que la vida hay que vivirla con fe, sin hacerle daño a nadie, sin hacerme daño a mi misma. En conciencia, entendiendo que lo me sucede solo quiere mostrarme un aspecto de mí, que no he visto. Que los sin sabores de la vida, son los que hacen que me expanda y logre conectar con lo mejor de mi propio ser, enseñándome a ser congruente entre lo que pienso y hago.

Ahora comprendo, que todos somos universos de posibilidades, que al tomar una decisión, anulo todas las otras posibilidades y que mi decisión, determinará las nuevas experiencias que voy a vivir, soy consciente, de que el hubiera no existe y que lo mejor siempre es lo que sucede.

Juntos, cuando coincidimos creamos nuevas posibilidades y todo depende de nuestra apertura a las experiencias. En nuestro interior, están todas las respuestas que buscamos, solo tenemos que aprender a encontrarlas.

Y tu ¿haz aprendido a ganar, aunque pierdas? Cuéntame que opinas, la mejor manera de enriquecernos es compartiendo nuestros puntos de vistas. No tienes que estar de acuerdo, porque en las diferencias yace la expansión…

¡Hasta pronto!

Jany Agostini

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